31-1-18  |  Testimonios

Éstas son las historias que valen la pena contar

POR: Sawyer Montgomery

Mi experiencia de voluntariado en Fundación Fabretto fue más de lo que podría haber imaginado. No lo cambiaría por nada del mundo.

Los truenos suenan sobre las colinas de Las Sabanas en Madriz, Nicaragua. Hago mi mejor esfuerzo por mantener mi cámara enfocada mientras la lluvia que preceden a la tormenta tropical “Nate” lava el suelo. Después de varias horas cargando mi equipo fotográfico entre las montañas del norte de Nicaragua, me comienza a doler la espalda. Mis piernas están cubiertas de lodo. Estoy empapado que podría exprimir vasos de agua con mi ropa.

“Estás bien, Sawyer?” me pregunta mi supervisora, quien camina a mi lado bajo la lluvia.

En mi periferia, veo a un niño que se refugia en su casa de campo. Al enfocarlo en mi visor y sacarle una foto, no puedo evitar sonreír. A pesar del cansancio, no me había sentido tan bien en mucho tiempo.

Narrar historias siempre ha sido mi pasión. En la escuela secundaria, producía cortos documentales cada mes y tomaba fotos para el Condado de Multnomah y la Corporación Intel en mi ciudad natal de Portland, Oregon. Mientras otros niños nadaban en el Willamette, yo trabajaba, a menudo hasta 80 horas a la semana. Cuando decidí estudiar un semestre en Managua, me consideraba un camarógrafo con experiencia, pero ninguna experiencia pasada se podría comparar con la de hacer voluntariado con Fundación Fabretto.

Fabretto brinda apoyo educativo y económico a las comunidades más necesitadas de Nicaragua. Atiende a más de 20,000 niños y jóvenes nicaragüenses, principalmente en las comunidades rurales del norte del país, donde muchos viven con tan solo $1 por día. La fundación necesitaba un camarógrafo para compartir las historias de sus beneficiarios. Los contacté y, poco después, emprendí un viaje de una semana de rodaje junto al equipo de Marketing de Fabretto; una zona donde nadie habla inglés, el wifi es casi inexistente y sin un equipo de rodaje. Nada de esto fue fácil.

Goteaba sudor casi constantemente, aunque con alivio ocasional gracias a la lluvia tropical. Me dolían las articulaciones a causa de los viajes en camioneta que transitaba por senderos rocosos. Atravesando lodazales y ríos, quedé con los pies empapados.

Pero nunca estuve solo.

El equipo de Marketing de Fabretto resistió cada caminata y tormenta de lluvia conmigo, incluso ofreciendo sus chaquetas para proteger mi equipo de la lluvia. En cada paseo en camioneta, había una gran compañía con la que compartir la turbulencia. En cada río que cruzaba, había otros vadeando conmigo, algunos incluso, cargando niños.

Encontré fortaleza en las historias de aquellos a quienes beneficia Fabretto, como la historia de Jessie, una niña de 15 años que sobrevivió a la desnutrición severa gracias a los almuerzos escolares de Fabretto; y Daniela, una estudiante de primaria que finalmente pudo caminar a la escuela con los zapatos adecuados, un viaje que implica saltar a través de una cascada y el cual hizo durante años sin ellos.

Hubo momentos que me costó procesar la experiencia, pero una niña beneficiaria de Fabretto en particular me ayudó a encontrar claridad.

Al finalizar una sesión de rodaje en el Centro Educativo de Fabretto en Ocotal, una estudiante se me acercó. La niña soñaba con convertirse en fotógrafa, pero nunca había visto una cámara como la mía. Se la presté por un momento y sus palabras de despedida se quedaron conmigo: “Nuestras historias necesitan ser contadas. Un día, las contaré.”

En ese momento, algo hizo ‘clic’ en mi mente. Siempre me gustó el cine, pero rara vez me satisfacía. Se sentía como un hobby en lugar de una vocación. Pero esta experiencia fue muy diferente, porque no estaba asegurando un cheque; estaba asegurando apoyo para una familia necesitada, contándole al mundo una historia que de otra manera no sería conocida. Cada toma con mi cámara tenía un gran valor.  Esto ya no era solo mi pasión, si no mi propósito.

Estas son las historias que inspiran a extraños a enviar ayuda a través de los continentes. Le dan esperanza a los necesitados. Gracias a su ayuda miembros de comunidades rurales, tienen finalmente una oportunidad de salir adelante en la vida; algo que tiene un sentido mucho más grande que nosotros mismos.

Si estás leyendo esto, te invito a invertir tiempo en experiencias como ésta. Cuenta una historia para dar voz a quienes no pueden; con tu esfuerzo podrías cambiarle la vida a alguien más; pero sobre todo, te aseguro que tu vida no volverá a ser la misma.

 

DONA

 

Como voluntario, Sawyer Montogmery filmó y editó videos de las inspiradoras historias de Jessie y Daniela. Velos aquí:

 

 

¿Eres un fotógrafo o videógrafo profesional? ¿Estás interesado en ofrecer tu tiempo y talento como voluntario para apoyar a Fabretto? ¿Te gustaría visitar Nicaragua? Pónte en contacto con nuestro equipo de Marketing y Comunicación para saber de qué manera puedes ayudar a cambiar la vida de los niños beneficiados por Fabretto.

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