Petrona y Jacobo, una pareja excepcional

“La mayoría de las mujeres de la comunidad no trabajan a la par del hombre… por eso me dicen que estoy loca, pero yo de esta locura he sacado algo bueno”

El patio de la casa de Petrona y Jacobo desafía toda regla convencional; desde la ventana de su humilde vivienda se aprecia el majestuoso e imponente volcán San Cristóbal, el más alto de Nicaragua. La pareja de agricultores reconoce la particularidad con la que viven, especialmente cuando de romper esquemas se trata.

El machismo es el gran verdugo en América Latina, y Nicaragua no es la excepción. El patriarcado continúa muy arraigado en las comunidades, especialmente en comunidades rurales como El Pellizco, Chichigalpa, parte del Corredor Seco de Centroamérica, donde Petrona y Jacobo viven junto a sus 5 hijos y nietos. “La mayoría de las mujeres de la comunidad no trabajan a la par del hombre… por eso me dicen que estoy loca, pero yo de esta locura he sacado algo bueno”, comenta Petrona con orgullo.

“Gracias al proyecto, hoy tenemos una alternativa para los largos meses sin lluvia”

La jornada de trabajo de la pareja de productores de granos básicos inicia a las 4:00 de la mañana; camisa manga larga, gorra, machete y piocha no pueden faltar. Cada grano que Petrona y Jacobo logran vender es producto de largas horas de trabajo bajo el sol, hombro a hombro, sin distinción de roles de género. “Así somos nosotros, donde va uno, va el otro siempre”, afirma Jacobo. De hecho, recientemente, la pareja cumplió 28 años de trabajar en equipo, aportando por igual a la economía familiar. Aunque confiesan que no siempre les ha ido bien, hoy son propietarios de una parcela de dos manzanas, donde siembran sorgo, arroz y maíz para consumo personal, pero también para comercio con una de las mayores empresas transnacionales a nivel global: Cargill.

Pero no siempre fue color de rosa para Petrona y Jacobo. La pareja ha tenido que enfrentar los catastróficos efectos del cambio climático, como la sequía, las plagas, el fenómeno de la niña, entre otros. Precisamente en ese contexto nace el proyecto Nutriendo el Futuro de Cargill y CARE, una iniciativa regional de Responsabilidad Social Empresarial que está siendo ejecutada en Nicaragua por Fundación Fabretto desde el 2016 y que beneficia a más de 300 productores como Petrona y Jacobo de los municipios de Chinandega, Chichigalpa y El Viejo. “Gracias al proyecto, hoy tenemos una alternativa para los largos meses sin lluvia”, comenta Jacobo, refiriéndose al Sorgo, un grano que dada su resistencia a la sequía y al calor, es un cultivo especialmente interesante en las regiones áridas. Además, a través del proyecto, Petrona y Jacobo se han beneficiado de talleres de capacitación sobre el uso e importancia de fertilizantes e insecticidas orgánicos, lo cual les ha permitido producir con mejor calidad y a la vez contribuir a la mitigación del cambio climático.

Petrona y Jacobo pertenecen a la cooperativa de productores “El Pellizco”, una de las ocho cooperativas que atiende el proyecto en su comunidad. A la fecha, a través de Nutriendo el Futuro, las cooperativas han realizado cuatro ejercicios de comercialización de Sorgo, directa a Cargill, sin intermediarios. Esto es parte del modelo de negocio inclusivo de dicha empresa, el cual, a través de sus programas de Responsabilidad Social Empresarial, se vincula a la cadena de suministros a las poblaciones atendidas en comunidades aledañas a las plantas de Cargill.

“Nos involucramos y trabajamos los dos por igual, ese es el mejor ejemplo que le podemos dar a nuestros hijos”

Las familias que conforman la cooperativa El Pellizco, de la cual Petrona y Jacobo son miembros activos, ahora almacenan el 20% de su producción de sorgo para priorizar la seguridad alimentaria del núcleo familiar, principalmente durante momentos de crisis, debido a las constantes embestidas del cambio climático. El otro 80% lo comercializan a Cargill. “Ahora vendemos a un buen precio y con la seguridad de que ni intermediarios, ni las personas que nos almacenan el grano nos puedan robar”, explica Petrona, mientras recuerda lamentables incidentes del pasado.

Las medidas de adaptación al cambio climático han sido vitales para el mejoramiento del rendimiento de Sorgo blanco, un cultivo que ha sido promovido en el marco del proyecto, por la capacidad de sustituir las reservas de maíz en momentos de escasez  y por ser un grano apto para la elaboración de alimentos de consumo humano. Asimismo, la cobertura del suelo con rastrojo, manejo de cercas vivas, uso de repelentes y abono foliares orgánicos en las plántulas, son algunas de las prácticas agroecológicas que han facilitado a Petrona y Jacobo, junto a los demás miembros de la cooperativa “El Pellizco”, aumentar la productividad en un 35%, logrando de esa forma alcanzar la autosuficiencia y el bienestar familiar, aún con la presencia de plagas agresivas como el pulgón amarillo, que ha golpeado fuertemente a productores grandes y pequeños de la zona.

Después de una larga y cansada jornada de trabajo bajo el sol, Petrona y Jacobo tienen energía para cumplir con sus compromisos personales, como asistir al culto religioso; como siempre, salen juntos. Petrona y Jacobo han demostrado ser verdaderos compañeros de vida, esforzándose por el bienestar de su extensa familia. “Nos involucramos y trabajamos los dos por igual, ese es el mejor ejemplo que le podemos dar a nuestros hijos,” comenta Petrona con una risa contagiosa.

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