4-12-17  |  Nuestros Programas Voluntariado

Un espacio propio

POR: Ivy Wang

Ella va subiendo por la montaña, midiendo sus pasos cuidadosamente mientras recorre un camino de tierra escabroso, lleno de rocas y barro. En sus brazos, acuna a su hija de nueve meses. En sus pies, lleva solamente unas sandalias delgadas. Cuando volteo a verla,  una sonrisa empieza a iluminar su rostro lentamente, y todo su cuerpo se relaja con un suspiro de alivio. Después de caminar una hora y media con su bebé, ella finalmente ha llegado.

Son las 9 a.m., y las primeras madres están comenzando a llegar a una sesión de estimulación de la primera infancia en la pequeña comunidad de El Mojón, Cusmapa. En esta zona desolada del norte de Nicaragua, donde el 63% de la población vive por debajo del umbral de pobreza (en comparación con el promedio nacional del 18%), la mayoría de las viviendas carecen de agua corriente y electricidad y solo el 12% de las madres se han graduado de la escuela secundaria, Fabretto ejecuta una iniciativa piloto que tiene el potencial de mejorar las vidas de toda una generación de niños.

Los años desde el nacimiento de un niño hasta los tres años son especialmente importantes en términos del desarrollo cognitivo, social y físico de los niños. Sin embargo, las madres de las comunidades de bajos recursos a menudo carecen del conocimiento y el apoyo para brindarle a sus hijos la atención y el estímulo que necesitan, dándole a estos niños una desventaja de por vida. Nuestra encuesta de referencia mostró que, asombrosamente, más de cuatro de cada cinco niños en Cusmapa no habían desarrollado todas las habilidades que deberían tener para su edad. Gracias al apoyo de Fundación FEMSA, a través de sesiones de estimulación, charlas de salud y nutrición, capacitación técnica y monitoreo y evaluación, el programa de Fabretto le brinda a estos niños una ventaja para toda la vida y les ayuda a romper los ciclos intergeneracionales de pobreza.

En la sesión de hoy, comenzamos con una oración. Luego, es hora del círculo, con canciones y una historia de animales emergentes. Los niños gritan mientras adivinan cuál es el animal que está escondido: “¡Un león!” “¡No, un tigre!”. Luego nos separamos en dos grupos, los niños mayores salen a la aventura en la naturaleza mientras los más jóvenes se quedan para los ejercicios de estiramiento de la madre con su bebé . Luego, mientras los niños juegan en una montaña de juguetes, las mujeres disfrutan de una simple manualidad y escuchan atentamente a Ema, la cálida y entusiasta coordinadora educativa, que explica la importancia de lavarse las manos y comer frutas y verduras. Finalmente, todos se juntan para disfrutar de una merienda de atol (una bebida hecha con harina de maíz, leche y canela) y un momento para compartir retroalimentación.

Estas sesiones de estimulación, diseñadas para beneficiar a sus hijos, también han tenido un cambio inesperado en las madres. Corriendo, gritando, y riendo durante un juego, estas mujeres son apenas reconocibles como las mismas personas calladas y tímidas que entraron por esas puertas hacía unos meses. Puede ser difícil para los extranjeros visualizar el aislamiento que impregna la vida cotidiana de estas mujeres. En estas comunidades rurales, donde el machismo domina la esfera privada, donde cada hora del día es dedicada a ganarse la vida, y donde los pocos caminos que conectan a los hogares con el mundo exterior a menudo son intransitables debido a la lluvia, la socialización con otras mujeres es un lujo excepcional.

Aquí, por fin, existe un espacio femenino, un espacio seguro. “Una habitación propia” donde las mujeres pueden juntarse para aprender, reír, llorar, descansar por un momento de ser esposas y compartir las alegrías y tribulaciones universales de ser madres, hijas, mujeres. La respuesta a nuestro programa ha sido sumamente positiva. En mis entrevistas, cuando les pregunto cómo Fabretto podría mejorar las futuras sesiones, las mujeres siempre dicen: “Nos encantan las sesiones. ¡Que hayan más, muchas más!

Al finalizar la sesión, mientras veo a las madres alejarse por el sendero de la montaña de la mano de sus hijos, inclino la cabeza en una oración silenciosa. Por favor, Señor, cuida de estas hermosas y poderosas mujeres y niños. El niño serio con los ojos conmovedores, siempre mirando directamente al  lente de mi cámara. La chica traviesa que me invita a construir una torre de Lego con ella, una torre tan alta que tocará el cielo. La madre risueña y extrovertida que me deja filmar su entrevista. La mujer tímida que no lo hace, pero que besas a sus dos pequeños cuando cree que nadie está mirando.

Los amo. Los amo a todos. Más que números que reducen la media en mis gráficos de barras, más que filas en Excel con demasiadas celdas marcadas en rojo, estas son personas reales. Gente con la generosidad y amor para recibirme, una persona extraña y claramente extranjera, en su espacio seguro. Gente con tal gracia y dignidad que no tiene miedo de mostrarnos la verdad de sus vidas, con sus grandes necesidades  y asombroso potencial.

Si el destino me hubiera convertido en madre en Cusmapa, ojalá tuviera la mitad de la fuerza y ​​la gracia que tienen estas mujeres nicaragüenses.

Originaria de Canadá, Ivy Wang apoyó los esfuerzos de monitoreo y evaluación de Fabretto en Nicaragua como voluntaria. Ella tuvo la oportunidad de viajar a los diferentes sitios de Fabretto que ofrecen programas de Estimulación Temprana con el fin de realizar un seguimiento del progreso de los beneficiarios. ¡Gracias, Ivy, por tu increíble trabajo!

Apoya al Programa de Estimulación Temprana haciendo un donativo.

 

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