26-1-22 | Apadrinamiento
En un viaje como voluntaria a Nicaragua en 2014, Gemma conoció muchas de las comunidades que atendemos, acompañó a los niños por los largos caminos que deben recorrer de la escuela hasta sus casas y vió de cerca lo que es para sus familias vivir con menos de $2 al día. Ser parte de esa realidad le hizo ver el poder que tiene el apadrinamiento para transformar la vida de niños como Raquel, su niña apadrinada.
Han pasado 8 años desde el día en que decidió apadrinar su educación. Raquel continúa viviendo en la pequeña casita de adobe y tablas con su única mamá y bisabuela, Angela. “Ahora está en secundaria y es como siempre, una de las alumnas más brillantes y con buenas notas de la escuela”, comenta Rosa, una de las maestras del centro Fabretto en Cusmapa.
- Lee la historia completa de Raquel.
Gemma decidió visitar por segunda vez Nicaragua, pero esta vez con su pareja, Gonzalo. Vivir esa misma experiencia en las comunidades más pobres de Cusmapa motivó a Gonzalo a también convertirse en padrino de un niño, Aldo.
Este año Aldo inició su quinto grado. El pequeño de once años es uno de los más activos e inteligentes de su clase. “Sus papás siempre han sido muy agradecidos con todo el apoyo que reciben, son bien responsables con su educación y su mamá nos apoya como voluntaria en la cocina para servir los almuerzos escolares.” comenta Rosa.
En estos humildes hogares, la verdadera pobreza se asoma. Pero Raquel y Aldo son un vivo testimonio de cómo un acto de amor puede expandirse a través de los años y cambiar su futuro. Con el apoyo de sus padrinos, hoy tienen la oportunidad de superarse y a pesar de las difíciles circunstancias económicas de sus familias, saben que siempre cuentan con alguien que apoya su nutrición y educación. Saben que terminar la escuela es un reto pero es posible.
