David, estudia tercer grado de primaria y habita en la zona rural de Cusmapa, en una comunidad tan remota donde ni siquiera hay señal de teléfono celular. Una tarde de abril de 2020, su maestra, Rosa Amelia, explicó a sus padres que se cancelarían las clases presenciales para comenzar la educación a distancia. Sería el primero de una serie de protocolos destinados a prevenir la propagación del COVID-19.

David sintió que abandonaba su nido, ese espacio mágico en el que jugaba, aprendía, cantaba y reía. Pero su amor por la educación y el apoyo constante de Rosa Amelia y sus padres lo motivaron a seguir estudiando desde casa.

Para los padres de David, el término “aprendizaje a distancia” era nuevo y aterrador. No tenían un teléfono celular o internet para acceder a las clases en línea, ni se sentían preparados para apoyar a David de manera adecuada debido a su propia educación limitada. En respuesta, los maestros de Fabretto desarrollaron y diseñaron rápidamente guías de estudio impresas para distribuirlas de puerta en puerta.

Cada vez que su maestra venía a su casa para dejar una nueva guía de estudio, los ojos de David se iluminaban. Su rutina de la tarde empezaba trabajando su guía de estudio, que integraba actividades como canciones, cuentos y manualidades, utilizando materiales reciclados disponibles en el hogar. A su vez, Rosa Amelia ayudó a los padres de David a convertirse en aliados fundamentales en la educación de sus hijos.

“Los padres de David siempre estuvieron dispuestos a hacer todo lo necesario para garantizar que su hijo continuara con su educación. Lo visitamos todas las semanas, siguiendo todos los protocolos de bioseguridad establecidos”.

¿Te imaginas aprender sin acceso a internet en estos tiempos? Niños como David nos enseñan que es posible. A pesar de los desafíos del aprendizaje a distancia, terminó la escuela con uno de los mejores promedios de su clase.

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