Gemma Campos, una voluntaria de Fabretto que viajó a comunidades rurales donde Fabretto trabaja, comparte la historia su experiencia con Lener, un niño de preescolar en Somoto.  

De camino a Cusmapa, nos detenemos en Somoto. Quería visitar la escuela preescolar Divino Pastor. Cuando llegamos ya son las doce y media y las clases de preescolar han acabado. “He llegado tarde para conocer a los niños”, pienso. Pero cuando me asomo al aula veo tres figuras sentadas en una mesa pequeñita. Se trata de las maestras de preescolar, María José y Alejandrina, que siguen allí acompañando a Lener, un alumno de cinco años. Lener me mira tímidamente, mientras pinta, sin salirse del borde, un dibujo con su pintureta naranja.

Lener empezó en este centro en primer nivel de preescolar. Desde entonces acude a la escuela cada día, bajo la instrucción de una maestra formada en la metodología Montessori, que promueve la educación práctica y enfocada en el estudiante.  

Es un niño muy aventajado en los estudios y el papel que ha jugado la metodología Montessori en su formación es palpable, porque cuando le pregunto si sabe contar hasta diez, rápidamente deja la pintura, se levanta y vuelve con una caja donde cada hueco se rotula con un número. Después trae unos palitos y empieza a ponerlos en los huecos según la cantidad indicada. Cuando acaba, y mientras avanza señalando cada montón de palitos, cuenta en voz alta: “uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez”. Le gustan mucho las matemáticas!

María José saca unas cartulinas con letras dibujadas y le pregunta “¿quieres decirnos como suenan estas letras?” Según se las enseña a Lener, éste va diciendo la letra y su sonido. Conoce y pronuncia el sonido de las vocales y de casi todas las consonantes. Su maestra me cuenta que usan ejercicios muy prácticos para que los niños aprendan de forma entretenida. Además cuidan los detalles para fomentar el equilibrio emocional en los niños, consiguiendo que pierdan sus miedos. 

“Dime Lener, ¿qué es lo que más te gusta?”, le pregunto. A esto contesta: “¡El tambor!” Y sin dudarlo va a por él, lo coge de una estantería y se sienta a tocarlo con ritmo y alegría. Para muchos estudiantes en escuelas públicas en Nicaragua, hay pocas oportunidades para aprender otras actividades o materias, pero en las clases de Fabretto los estudiantes también tienen la opción de aprender musica, arte y deporte.

Estamos pasando un rato tan agradable con Lener que sin darnos cuenta, ya son las dos de la tarde. Cuando les pido disculpas por haberles entretenido tanto tiempo, María José me cuenta que suelen pasar las tardes allí, cuidando a Lener después de sus clases. Entonces caigo en la cuenta de que en todo este tiempo nadie ha venido a recogerle. 

Lener es el menor de doce hermanos, todos varones. Su madre no le puede atender porque trabaja mañana y tarde para sacar adelante a su familia. De sus once hermanos, los mayores tienen problemas con el alcohol y tan sólo uno de ellos, Jeffrey, de 8 años, se preocupa de su hermano pequeño. Jeffrey se encarga de llevarle cada día a la escuela y es su mayor apoyo.

Justo cuándo estoy a punto de irme, un niño entra en el aula. A Lener se le ilumina la cara y sale corriendo en su busca. Sin duda alguna, éste debe ser Jeffrey.

Cuando me despido de Lener y salgo del aula para retomar mi viaje a Cusmapa, una fuerte sensación me invade. Es como si de repente me diese cuenta de como va a ser este viaje, de todo lo que voy a vivir allí.

Y ahora que escribo estas líneas, ya a mi vuelta a Managua, puedo asegurar que en Cusmapa he vivido momentos únicos, intensos e irrepetibles. Han sido unos días realmente muy especiales, en los que he aprendido mucho en muy poco tiempo. Vuelvo enriquecida. Una experiencia que os recomiendo a todos. Sin dudarlo.

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